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HACE 50 AÑOS… (Que lejos estamos de aquel amanecer)

marzo 4, 2012


    Hace casi 50 años Martin Luther King comenzó su más famoso y emotivo discurso con una frase evocadora: «I have a dream…». Frente a miles de personas emocionadas Luther King, se atrevió así a soñar con una sociedad donde las personas coexistiesemos de forma armónica sin importar el color de nuestra piel… Estas palabras cambiaron el curso de la historia norteamericana y mundial, dando fuerza a la valiente lucha por los derechos civiles y convirtiéndose inmediatamente en un grito de esperanza frente al racismo y el odio.

 

    Hace también 50 años
en la Iglesia católica, el año 1962, se dio un tsunami catastrófico para algunos y un suceso de suma importancia para otros… Un verdadero signo de los tiempos, que en lugar de verlo como tal, se consideró por parte de la curia romana y otras altas personalidades como una verdadera desgracia, cuya causa había sido este desdichado concilio. Lo que sirvió también para dar marcha atrás, quedando paralizadas la mayoría de las reformas, como la litúrgica, la misma constitución de la Iglesia en sus ministerios desde el del papa, los obispos, presbíteros y hasta los ministerios laicales tan necesarios en favor de nuestro mundo y el pensar la Iglesia como Pueblo de Dios en lugar de Sociedad perfecta.

    Y es que la Iglesia oficial, siempre que hay un cambio de ritmo social, siente miedo y en vez de esprintar y poner el pie en el acelerador buscando nuevos horizontes y abrir la luz de la esperanza, siempre se confunde y lo pone en el pedal del freno. Esto no es nuevo, sino que es una tendencia consustancial a la jerarquía eclesiástica:

    Quizás, como han dicho muchos, el problema de la Iglesia viene desde la época constantiniana, cuando la jerarquía eclesiástica pasó de una situación de persecución y martirio a un status de libertad y nobleza, equiparable a la de los grandes señores de la época. Fueron tiempos en que la preocupación de las autoridades eclesiásticas estaba primordialmente en la doctrina con sus dogmas, más que en el seguimiento de la vida del maestro, aquel camino que nos ofrecen los evangelios de sencillez y de compasión por los que sufren y aquel deseo de Jesús por el reino de Dios o transformación de este mundo, en el cual quien ha recibido más sirva y no sea servido y en el que el respeto a la dignidad de las personas sea para todos, pero sobre todos para los que por la sociedad ha considerado menos dignos, los más olvidados y excluidos.

    Muchos años después vino la reforma de Lutero, que sin duda quiso el bien de la Iglesia, quiso acabar con aquel boato y aquella corrupción reinante en las altas esferas eclesiásticas, acabar con abusos al pueblo, como el de los cobros por las indulgencias, el control de las conciencias, y terminar con la ignorancia de un pueblo al que se le había prohibido la lectura de la Biblia…., nunca todo es perfecto entre los humanos, pero la verdad es que hacía falta una reforma y ya era urgente, pero lo más fácil fue declarar hereje a Lutero y terminar con semejante aventura. Para ello surgió la contrarreforma, con gente buena y santa, y si bien hizo mucho bien a muchos fieles, sirvió también para que la jerarquía pudiera seguir son su status, su poder y con la estructura piramidal de la Iglesia.

    Cuatrocientos años después y a partir del año 1958, una vez que fue papa el cardenal Roncalli, como Juan XXIII, éste inicia lo que hubiese querido ser una gran reforma para la Iglesia católica, y el año1962 inaugura el Concilio Vaticano II. Fueron cuatro años de deliberaciones y de mucho estudio y una serie de documentos de suma importancia para la renovación, para el «agiornamento» o actualización de la Iglesia católica, documentos que muchos de ellos han quedado a medias, olvidados y quizás algunos ya superados…. Una pena y una pérdida para el Pueblo de Dios.

    Yo también, como Martin Luther King, tuve un sueño con el Vaticano II pero esta vez, una vez más, el sueño no se ha cumplido y me puede la decepción y la impaciencia cuando no la rabia, al ver reacciones y actitudes contrarias de la jerarquía católica ante el sufrimiento de millones de parados de nuestro país que gritan justicia

    «Quien no se consuela es porque no quiere»… En medio de tanto frenazo y agarrotamiento, siempre hay motivos para la esperanza al ver despuntar las flores maravillosas que nunca dejan de florecer en la Iglesia, pienso en personas extraordinarias, cada día más, que luchan por la justicia, por los empobrecidos y marginados, por la causa de los desamparados, como por ejemplo:

– Miles de misioneras y misioneros que comparten, arriesgan y dan a diario su vida en medio de los pobres del Tercer Mundo.

– Miles de miembros de ONGs y voluntarios que en medio de los indígenas de América, de los pobres de África o la India luchan y a veces ponen en peligro su vida por la rehabilitación de la dignidad de las personas más necesitadas.

– Colaboradores que en medio de los países desarrollados viven austeramente para compartir lo que ahorran con los que menos tienen y apoyar proyectos de desarrollo en los países pobres.

– Personas que acogen a los inmigrantes y parados, defienden a los desahuciados, rehabilitan a los reclusos, drogodependientes y alcohólicos.

– Gentes, cada vez más, que releen el Evangelio del Jesús que vosotros fuisteis a visitar para vivirlo, transmitirlo y convertirlo en fuerza liberadora y comprometida desde la Teología de la Liberación a las Comunidades de Base, denunciando las injusticias y a los injustos, proclamando no solo que otro mundo es posible, sino cada vez más necesario.

– Personas solidarias que siendo pobres se unen a los pobres para, con la fuerza de la unidad, hacerse valer ante los poderosos.

– Comunidades indígenas que cultivan las plantas medicinales, defienden los cultivos ecológicos, protegen los bosques, cuidan los ríos, y aman vitalmente, incluso con riesgo de sus vidas, a la Madre Naturaleza y la defienden contra las Multinacionales depredadoras.

– Personas creyentes cuyo Dios es el Dios de los humildes, el defensor de los pequeños, el apoyo de los débiles, el refugio de los desvalidos, el salvador de los desesperados (Ver en la Biblia Judit 9,11). Personas creyentes en Jesús de Nazaret cuya religión es la misma que El practicó: «que los ciegos vean (Aún hoy tenemos en el mundo 24 millones de ciegos, y para 2020, si no mejoran las condiciones, serán unos 75 millones), los cojos anden, los leprosos (unos 10 a 12 millones) queden limpios, los sordos (en el mundo unos 4,5 millones) oigan, los muertos vuelvan a vivir, y a los pobres les llegue una Buena Noticia» (Ver Evangelio de Mateo 11,4 a 6).                

Todas estas maravillosas flores son la esperanza de la humanidad, el futuro de la vida, la salvaguarda del mañana, la luz que brilla en medio de la noche, el fuego que ahuyenta el frío, el futuro para un mundo mejor, la estrella de Belén que nos señala el camino de la vida y son el faro que nos llevará a ser dignos de desembarcar en el puerto de la Plenitud Final.

    Este es el sueño de Jesús de Nazaret, en el que sí creo. En esta Iglesia sí creo y colaboro.

                            (Artículo inspirado en:                                     REFLEXIONES ACERCA DE LOS 50 AÑOS DEL                             CONCILIO VATICANO II de MIGUEL ESQUIROL                             VIVES y NO TRAIGÁIS NADA de FAUSTINO                                 VILALABRILLE)

 

 

 

 

 

 

 


 

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